La
tolerancia
La tolerancia es uno de los valores humanos más respetados y
guarda relación con la aceptación de aquellas personas, situaciones o cosas que
se alejan de lo que cada persona posee o considera dentro de sus creencias. Se
trata de un término que proviene de la palabra en latín “tolerare”, la que se
traduce al español como “sostener”, o bien, “soportar”.
La tolerancia es posible de medir en determinados grados que
guardan relación con la aceptación que se tenga ante algo con lo que no se está
de acuerdo o que no se adecua al propio sistema de valores.
La importancia de la tolerancia radica en la posibilidad que nos
otorga de convivir en un mismo espacio con personas de diferentes culturas o
con diferentes creencias. La tolerancia es la que nos permite vivir en armonía
en un mismo país con personas que profesan diferentes religiones, que apoyan
otras tendencias políticas, que poseen una condición sexual diferente, etc. La
tolerancia no sólo es aplicable a nivel de país, sino que es algo que debemos
desarrollar en nuestros hogares con aquellas personas a las que más queremos,
como nuestra familia y amigos, así como también, a nivel mundial, donde se
intenta convivir en armonía con un sinnúmero de culturas y personas muy
diversas.
Como vemos, la tolerancia se encuentra en estrecha relación con el
respeto, pudiendo así ser capaces de aceptar las diferentes opiniones en torno
a un mismo tema, aceptando y respetando las diferencias étnicas, sociales, culturales
y religiosas, entre otras, teniendo siempre en cuenta que aquello que estemos
respetando no atente contra la integridad y los derechos de las personas,
animales y el medio ambiente.
En algunos ámbitos es más difícil que se de, sobretodo en aquellos
de índole religioso, pero en la actualidad hemos visto destacados ejemplos,
como la visita de Juan Pablo II a una sinagoga, en Abril de 1986; el papa
Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) no se ha quedado atrás, dialogando con
representantes de la comunidad islámica y visitando además templos de otras
religiones. El líder del budismo tibetano el Dalai Lama, también se ha
caracterizado por la apertura y el diálogo abierto, y asimismo otros líderes
religiosos se muestran hoy en día más dispuestos al diálogo y la comprensión;
estas actitudes de tolerancia religiosa ya han pasado de ser un lujo para
llegar a ser una verdadera necesidad, en un mundo marcado por el conflicto de
ideologías, conflictos que han desencadenado los más terribles actos
extremistas en el mundo, tanto históricamente como en la actualidad.
Una de las mayores dificultades en torno al ejercicio de la
tolerancia, encontrar el punto en el que ya no hay que tolerar. En otras
palabras, se trata de la dificultad de establecer el límite entre lo tolerable
y lo intolerable. Tal es la dificultad de esto, que se ha constituido como un
verdadero problema de índole filosófico.
Como
se define
Podríamos definir la
tolerancia como la aceptación de la diversidad de opinión, social, étnica,
cultural y religiosa. Es la capacidad de saber escuchar y aceptar a los demás,
valorando las distintas formas de entender y posicionarse en la vida, siempre
que no atenten contra los derechos fundamentales de la persona...
La tolerancia si es entendida
como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a
admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como
una actitud de aceptación del legítimo pluralismo, es a todas luces una virtud
de enorme importancia.
El mundo sueña con la
tolerancia desde que es mundo, quizá porque se trata de una conquista que
brilla a la vez por su presencia y por su ausencia. Se ha dicho que la
tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y muy difícil de
explicar.
Hay una tolerancia propia
del que exige sus derechos: La oposición de Gandhi al gobierno británico de la
India no es visceral sino tolerante, fruto de una necesaria prudencia. En sus
discursos repetirá incansablemente que, “dado que el mal sólo se mantiene por
la violencia, es necesario abstenerse de toda violencia”. Y que, “si
respondemos con violencia, nuestros futuros líderes se habrán formado en una
escuela de terrorismo”. ¿Les suena esto en la actualidad mundial?. Además, “si
respondemos ojo por ojo, lo único que conseguiremos será un país de ciegos”.
¿Cuándo se debe tolerar
algo? La respuesta genérica es: siempre que, de no hacerlo, se estime que ha de
ser peor el remedio que la enfermedad. Se debe permitir un mal cuando se piense
que impedirlo provocará un mal mayor o impedirá un bien superior. Ahí entra en
juego nuestro discernimiento. Defender una doctrina, una costumbre, un dogma,
implica casi siempre no tolerar su incumplimiento. Con este concepto entendemos
claramente que la verdad siempre surge desde la individualidad y que las
verdades generalistas solo nos llevan a un camino de confusión.
De todas formas, hay dos
evidencias claras: que hay que ejercer la tolerancia, y que no todo puede
tolerarse. Compaginar ambas evidencias es un arduo problema.
Todos los análisis
realizados por filósofos y estudiosos de la materia al respecto a la tolerancia
aprecian la dificultad de precisar su núcleo esencial: los límites entre lo
tolerable y lo intolerable. De nuevo, y como en casi todos nuestros acontecimientos
diarios, debemos beber en la fuente de la sencillez, ella será la encargada de
otorgarnos el discernimiento que nos de la inspiración para el obrar.
Hemos empezado hablando de
la tolerancia como parte del “respeto a la diversidad”. Se trata de una actitud
de consideración hacia la diferencia, de una disposición a admitir en los demás
una manera de ser y de obrar distinta de la propia, de la aceptación del
pluralismo. Ya no es permitir un mal sino aceptar puntos de vista diferentes y
legítimos, ceder en un conflicto de intereses justos. Y como los conflictos y
las violencias son la actualidad diaria, la tolerancia es un valor que es muy
necesario y urgentemente hay que promover.
Ese respeto a la diferencia
tiene un matiz pasivo y otro activo. La tolerancia pasiva equivaldría al “vive
y deja vivir”, y también a cierta indiferencia. En cambio, la tolerancia activa
viene a significar solidaridad, una actitud positiva que se llamó desde antiguo
benevolencia. Los hombres, dijo Séneca, deben estimarse como hermanos y
conciudadanos, porque “el hombre es cosa sagrada para el hombre”. Su propia
naturaleza pide el respeto mutuo, porque “ella nos ha constituido parientes al
engendrarnos de los mismos elementos y para un mismo fin”. Séneca no se
conforma con la indiferencia: “¿No derramar sangre humana? ¡Bien poco es no
hacer daño a quien debemos favorecer!”. Por naturaleza, “las manos han de estar
dispuestas a ayudar”, pues sólo nos es posible vivir en sociedad: algo “muy
semejante al abovedado, que, debiendo desplomarse si unas piedras no
sostuvieran a otras, se aguantan por este apoyo mutuo”. La benevolencia nos
enseña a no ser altaneros y ásperos, nos enseña que un hombre no debe servirse
abusivamente de otro hombre, y nos invita a ser afables y serviciales en palabras,
hechos y sentimientos. La tolerancia es un regalo desde los primeros años de la
vida.
Podría
decirse en términos generales que la TOLERANCIA consiste en no oponerse a algo,
teniendo el poder o la capacidad para hacerlo, tolerar es aguantar, consentir,
permitir, soportar, sufrir en silencio y en beneficio de otros.
El
propósito de la TOLERANCIA es permitir la coexistencia pacífica de las
personas. Es importante, por lo tanto, para ejercer la tolerancia, reconocer la
individualidad y la diversidad, lo que permite eliminar las máscaras que crean
los desacuerdos.
La
semilla de la TOLERANCIA, sin lugar a dudas, es el AMOR. Semilla que debe
plantarse con sumo cuidado desde la más tierna infancia. Cuando hay carencia de
amor también hay falta de TOLERANCIA.
La
familia es la primera escuela donde se aprende a ser tolerante, luego le
corresponde a la educación formal
afianzarla. Ella es una fortaleza interna que les permite a las personas
afrontar dificultades y disipar malos entendidos ya que la TOLERANCIA cultiva
la habilidad de calmar los sentimientos fuertes y encendidos de las personas.
El
conocimiento y la perspicacia levantan como un escudo protector a la TOLERANCIA
de manera que el individuo permanece íntegro y contento, no se siente amenazado
ni por las personas que tratan de dañarlo, ni por las circunstancias que lo
rodean.
Una
persona que practica la TOLERANCIA es como un frondoso árbol cubierto de frutas las que ofrece generoso aún cuando
se le esté agrediendo con palos y piedras, él
siempre entregará sus flores y sus frutas con la misma intensidad de
siempre.
Porque
seamos capaces de cultivar este inapreciable valor, hago votos al Señor, a
quien le pido que los bendiga y guarde con bien.